domingo, 19 de febrero de 2012

SPINETTA, LUIS

Queriendo escuchar tu voz una vez más… 

Vemos aquel durazno que ya no sólo sangra, sino también llora, el niño hace una plegaria en tu ausencia, en la muchacha ya sus ojos son reales, y lo demás sigue igual, aunque, jugueteando inquieto en los jardines de un lugar, todos intentemos pensarte. 

Muy alto y para siempre vuela tu poesía, sobre el cielo camina, sobre la tierra y en algunos hombres no produce más que rima, pero es maravilla para los que pueden comprobar cómo es la nobleza. 

Tus melodías ensayan solas su altura, ríen esperando a que llegues y las pongas en tu palabra, porque salir a escena sin tu aire ni figura jamás lo harían, ni lo piensan siquiera. 

Nos acostumbramos tanto a tus colores, nos envolvimos en tanta alegría que casi alcanzamos a tocarla un día, nos rastrearon hasta casa las voces de tus manos, el tacto de tus ojos, también la niebla de tu ventana que en tu soledad sabemos era compañera inspiradora y en la nuestra tu espíritu que se asomaba y nos llamaba a cada uno por el nombre. 

Nunca podremos dejar de llamarte Maestro, aunque llames maestros a otros que no te llegan ni a los talones, tan así fuiste; fuiste escenario, fuiste luz, fuiste guitarra perfectamente afinada, fuiste sonido hecho carne, fuiste amor como lluvia mojándonos a todos, fuiste la puerta en el cielo que nos permitió entrar sin requisito alguno, purificaste la historia inventando una nueva y exquisita pintura, tan fascinante como infalible. 

Sin vengüenza, 


El que quisiera ser músico.